Él es don Juan Tenorio, pero en realidad se llama Daniel.
Tiene una cicatriz en el abdomen y un lunar en el pómulo izquierdo. Ah, no es cierto, ángel de amor… Más
rubia que el trigo en junio es doña Inés. Le fascina el color azul, estornuda
cuando le da el sol en los ojos y su verdadero nombre es Lourdes. Callad por Dios, oh, don Juan, que no podré
resistir…
Con vosotros, Irene: 25 primaveras, no puede vivir sin
música, es una devoradora de pizzas y su flor favorita es la amapola. Junto a ella
está Fran: 36 otoños y mismas aficiones, salvo la amapola, quizá. Ahí los
tenéis: Maria y Tony en el West Side Story. Tonight,
Tonight, the world is full of light…
Aquí está Marta, adolescente apenas. Tiene los ojos de un
gato siamés y si le dices el día en el que naciste te responderá, sin dudarlo
un instante, qué día de la semana era. Pero ahora no, porque su memoria está en
otro lado. Está a punto de salir a escena a recitar Neruda. Soy el tigre. Te acecho entre las hojas
anchas como lingotes de mineral mojado…
Ellos son David, Teresa, Ángel y Ángela. Adoran ir al cine,
más aún si en la cartelera hay alguna de Pixar y pueden pedir las palomitas
tamaño gigante. A David le gusta el mar, a Ángela la montaña. A Teresa, One
Direction, a Ángel, Amaral. A ellas la Fanta naranja, a ellos la Coca-Cola.
Ahora están en silencio, concentrados. Son cuatro cisnes blancos a punto de
bailar en el lago de Tchaikovsky.
Estos dos son Raquel y Julián. Raquel se sabe las capitales
de todos los países. Julián, en cambio, puede decirte la marca y el modelo de
cada coche que ve pasar por la calle. Ambos están maquillados y llevan puesta
la nariz roja, bien sujeta, con la goma elástica pasándoles justo por encima de
las orejas. Como debe de ser.
Ahora le toca el turno a Matías. Metro noventa y cinco.
Cuarenta y siete de pie. Le encanta dibujar árboles con y sin hojas y casas con
chimeneas torcidas de las que salen largas filas de nubes de humo. Hoy se
atreverá con el Nessun dorma de
Puccini. En su casa siempre está sonando ópera. ¿Cómo evitarlo? Vincero… Vincero…
Y si abríamos con una escena de amor, con otra escena de
amor cerraremos. Cintia y Carmen no quería ser menos. Cintia Julieta, que adora
los documentales de leones y gacelas casi tanto como saltar en un charco con las
botas de goma, está nerviosa, repasando su texto. ¿Quién eres tú, que así envuelto en la noche sorprendes de tal modo mis
secretos? A Romeo Carmen, en cambio, lo que más le gusta es contemplar la
luna llena, casi tanto como hacer castillos de arena en la orilla del mar.
También nerviosa, murmura unas palabras… Mi
nombre, santa adorada, me es odioso, por ser para ti un enemigo…
Ya lo veis… Variedad, diversidad, pluralidad… Un elenco
pintoresco, ¿no es cierto? Pero lo que todos y todas tienen en común es que son
especiales. Y no nos referimos a su
discapacidad psíquica o intelectual. Son especiales porque, esta noche,
volverán a ser artistas sobre este escenario… Disfruten pues del espectáculo.
¡Y apaguen sus teléfonos móviles!
Miguel A. González
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